sábado, 11 de junio de 2016

La lucha contra bellas mujeres semi desnudas. El encuentro con Aife.

"Se me lanzó encima como una furia, espada en mano, así como la ves, sin armadura, provocándome con su desnudez..." (Decio Rufino).
Decio Rufino y Publio Emilio Camilo, viajan a través del tiempo para contarnos sus anécdotas, no sólo en "Publio y el país de las cataratas" de Anastassia Espinel Souares,  sino también en por ejemplo, el grupo de facebook: Romaníacos.


A raíz de varios artículos sobre el sexo en la Antigua Roma, es Decio Rufino quien se ha acercado en esta ocasión a Sedetania, tras afirmar que prefería a las mujeres germanas o celtas que a las romanas y esto es lo que ha dado de sí nuestra conversación:

Decio Rufino (D.R.) : Bueno, los centuriones como yo manejamos mejor la espada que la pluma... pero te puedo contar algunos detalles, si te gustaría...
Sedetania (S): ¡Sea!
D.R: ¿Qué te parece una fogosidad pelirroja como ésta? 


S: Cómo son físicamente las mujeres de dichos pueblos, nos hacemos a la idea: Queremos detalles, chismes, ya sabes.
D.R: Bueno, en cuanto a ésta, Aife, la joven guerrera helveta, no puedo decir que nuestro encuentro ha sido muy pacífico sino todo lo contrario. Se me lanzó encima como una furia, espada en la mano, así como la ves, sin armadura, provocándome con su desnudez... sin duda, hubiera podido impresionar así a algún novato o a alguien como nuestro tribuno Publio Emilio Camilo, pero no a mí, pues le respondí con mi gladius ... inmediatamente y de forma casi mortal.
S: Tiene mérito: ¿Y ha sido la mujer más bella que te ha plantado combate?
D.R: Bueno, había otras, algunas igual de bellas pero la historia de ésta ha sido la más extraordinaria... ¿Quieres que prosiga?
S: Es más, te invito a que lo hagas
D.R : (...) me irrita sobremanera el maquillaje con que se cubren estos guerreros celtas de pies a cabeza, por lo tanto, casi siempre trato de dirigir la punta de mi gladius justo donde más dibujos tienen. Con esta chica ha sido lo mismo
La rajé con mi gladius justo por aquella línea de maquillaje que surcaba su hermoso cuerpo... desde el pectoral hasta el taparrabo. ¿Te imaginas que herida tan espantosa?
S: Brutal. De hecho, lo narras tan bien, que me lo estoy imaginando.
D.R: Cuando cayó, sangrando bajo mis pies, algo dentro de mí tembló, no sé por qué. A lo mejor ha sido por su belleza o tal vez por el valor que se reflejaba en su rostro. No gimió, no pidió piedad... una Guerrera con mayúsculas. Entonces, hice algo que no había hecho jamás con un enemigo caído... retiré mi espada con sumo cuidado, sin revolverla dentro de su vientre y sin desgarrar las entrañas... lo único que pude hacer por ella
Aunque ella no se quejaba, era evidente que sufría terrible... Fue entonces, cuando vinieron mis amigos, el tribuno Publio (ya lo conoces) y el otro centurión, Marcus y entre los tres decidimos llevarla con el cirujano.
S: No me lo esperaba, aunque viendo la grandeza de esa mujer, sin emitir quejido alguno, no me extraña vuestro gesto.
D.R: Por suerte, el cirujano logró repararla, suturando aquel enorme desgarro que le provoqué con mi gladius.
Y nosotros tres permanecimos todo este tiempo junto a ella... y luego, siempre veníamos a verla, mientras se recuperaba.
S: ¿Y no temísteis que una vez restablecida, os traicionara?
En Roma, bien sabemos que la traición es la acción más frecuente que cometemos los humanos.
D.R: En realidad, no nos importaba... Lo único que me parecía importante en aquel momento era que semejante belleza debía seguir viviendo. Creo que estuve a punto de enamorarme pero luego descubrí que los ojos de Aife (los ojos más bellos que jamás haya visto en mi vida) miraban hacia otro lado...Miraban con aquel mismo amor y admiración que comenzaba a sentir yo por aquella mujer extraordinaria...
S: ¿A Publio, tal vez?
D.R: No, Publio era demasiado joven como para gustar a una mujer así. Miraban a Marcus, mi compañero mayor, el más valiente y experto entre nuestros centuriones... así que no me atreví a rivalizar con él y preferí dejarles camino libre.
S: Te honra el gesto. ¿Qué fue de su historia de amor?
D.R: A Marcus ya le faltaba poco para su jubilación y cuando obtuvo su missus honorífica, Aife y él se casaron. Ahora viven en su villa en Hispania y que yo sepa, felices. Quien ve a Aife ahora, no reconocerá en ella a la guerrera bárbara que combatí, se convirtió en una respetable dama romana:
S: Muchísimas gracias por tu confianza, Decio Rufino.
D.R: Gracias a los dioses que detuvieron a tiempo mi espada...
S: ¿Puedes explicarnos algo sobre ti a los Sedetanos para que sepamos quién vivió este episodio tan morboso?
D.R: Mi nombre es Decio Rufino, tengo 36 años y pasé casi 20 de ellos en las filas de la Legión XIII Victrix. Soy oriundo de Lacio, de una pequeña aldea de pastores en los Montes Albanos pero, lastimosamente, cuando tenía 12 años, mis padres y casi todos mis hermanos, salvo el más pequeño, murieron víctimas de una peste. Como el año anterior a aquel desastre mi padre se había endeudado mucho, nos quitaron nuestra casa por lo que los dos niños sobrevivientes tuvimos que trasladarnos a Roma con un tío segundo. Era dueño de una taberna en la parte más sucia de la Suburra, la zona de lupanares y negocios dudosos... ¿Te imaginas qué sitio era para criar a un par de chicos? Por eso me convertí en lo que soy... Mi tío (aunque la lengua se me traba de llamarlo así), nos exigió la paga por el alojamiento y comida así que tuve que ganar mi propio dinero en las calles de Roma... creo que te imaginas de qué modo.
S: Dura tu vida, desde luego; Y aún así, eres un soldado con gran corazón.
Dime con qué foto quieres que te presente a los Sedetanos y a los que visiten Sedetania.
D.R: Claro, nunca he sido un niñito patricio bien cuidado, a diferencia de mi amigo el tribuno. 
Así como aparezco en Facebook, centurión primus posterior de la XIII Victrix, amigo del tribuno Publio.


S: ¿Se corrió la voz entre los pueblos enemigos de que les perdonábais la vida a las mujeres que se enfrentaban a vosotros?
D.R: En realidad, no lo sé. Luego, nuestra legión fue trasladada a Limes Germanicum y no me he vuelto a enfrentar con mujeres, gracias a los dioses. Prefiero enfrantarme con ellas en el campo de Venus, no en el de Marte, jajajajajaja
S: ¿Cuál es la batalla más dura que librásteis en esas tierras?
D.R: Te cuento que la peor batalla en mi vida ha sido la primera, a los 16 años, porque era contra mis conciudadanos romanos: La Batalla de Actium.
S: Terrible dicha batalla. Eso no hay pueblo germánico que lo supere ni aún teniendo en cuenta que fueron muchos los romanos que emparentaron con germánicas...
D.R.: Hasta ahora me pregunto cómo pude sobrevivirla yo, en aquel entonces, un muchacho de 16 años. Sí, por ejemplo, nuestro tribuno Publio Emilio Camilo. Por eso en su presencia ningún soldado se atreve a hablar mal de los germanos
Sí, hasta ahora me pregunto cómo pude sobrevivirla yo, en aquel entonces, un muchacho de 16 años
S: Los dioses te tenían reservadas muchas batallas... ¿Cuál crees que ha sido tu aportación más importante a Roma, por la que los dioses te premiaron con tu supervivencia a semejante prueba de fuego a tan temprana edad?
D.R: Después viví Pelusium y Alejandría... fue allá donde conocí al padre de mi tribuno, al honorable señor Marco Emilio Camilo... Ha sido uno de los partidarios más fieles de Marco Antonio y yo formaba parte de la escolta encargada de custodiarlo, para que no intentara seguir el ejemplo de su desafortunado jefe y quitarse la vida. Yo era el más joven de los escoltas así que traté de hacer su reclusión más soportable... creo que esto es lo mejor que he hecho en mi vida... hasta cierto momento
S: Sin duda una situación muy difícil de llevar con tan alta determinación para un muchacho tan joven.
D.R: Bueno, ahora, tantos años después, pienso que los dioses han tenido para mí sus propios planes.
S: Por último: ¿Durante vuestra estancia en Egipto, los dioses hicieron buenos planes para los soldados de Marco Antonio con las egipcias?
D.R.: Eso creo. Aunque muy pronto nuestra legión fue trasladada más al sur, a Nubia, donde luego sobrevino una nueva guerra... precisamente de la que habla mi tribuno en su diario
S: Muchísimas gracias por concedernos esta aproximación a los aspectos menos conocidos de vuestras andanzas, parte igualmente de la historia de Roma.
D.R: Gracias a ti por el interés por mi humilde persona.

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